Viernes, 22 de agosto de 2025. Lc 1, 26-38
BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA REINA
El Evangelio nos sitúa en la escena de la Anunciación (Lc 1,39-56). Este texto pone de relieve la presencia de Dios en María y la respuesta creyente de la que será Madre de Dios. La segunda lectura (1Cor 15, 20-27a) nos habla del triunfo de Dios sobre la muerte, por medio de Cristo resucitado. El misterio de María se expande y expresa del todo en su muerte y en su pascua, es decir por su Asunción en cuerpo y alma a los cielos. El concilio Vaticano II, al hablar de la Virgen María después de la Ascensión del Señor Jesús, nos dice: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cfAp 19,16) y vencedor del pecado y de la muerte" (LG. n.59). La Virgen María es realmente nuestra madre en el orden de la gracia (cf LG 61). "Pues asunta a los cielos, no ha dejado esta misión salvadora, sino que su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor se cuida de los hermanos de sus Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada" (LG n.62). Encomendémonos, pues, diariamente a la protección nuestra Madre, asunta en cuerpo y alma a los cielos.