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viernes, 28 de marzo de 2025

EL PAN DE LA PALABRA

Sábado, 29 de marzo de 2025. Lc 18,9-14

"¡OH DIOS!, TEN COMPASIÓN DE ESTE PECADOR"

 

En el Evangelio de hoy, Jesús nos narra la parábola del fariseo y el publicano, para mostrarnos cuál es la verdadera oración. Nos dice Jesús: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido". En el relato aparecen contrapuestas dos actitudes: la del fariseo, que piensa ganar la salvación con su propio esfuerzo; la del publicano que conoce su condición de pecador y pide a Dios el don de la conversión. El publicano, que se apoya en Dios y no en sus obras, es el modelo que nos propone el Evangelio. Dios adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que le atribuía el fariseo. Dios acoge con su gracia al pecador. En la parábola, por tanto, se proclama la misericordia como ley fundamental de la acción de Dios. Es necesario reconocer a Dios como el centro de nuestra existencia. El fariseo se considera a sí mismo como el centro de su vida. Se dirige a Dios para llamar su atención sobre sí mismo, exponerle sus méritos y reclamarle su reconocimiento. En realidad, el fariseo no espera nada de Dios ni tiene nada que pedirle, sólo hace ostentación de su crédito ante Dios y de su desprecio de los demás. Señor, danos la gracia de reconocer nuestros pecados y sentir el gozo del perdón.