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lunes, 3 de noviembre de 2025

EL PAN DE LA PALABRA

 


Lunes, 3 de noviembre de 2025. Lc 14, 12-14

SERÁS BIENAVENTURADO, PORQUE NO PUEDEN PAGARTE

 

En aquel tiempo, "Jesús dijo a uno de los principales fariseos que lo había invitado: Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos". Durante su vida pública, Jesús es invitado con cierta frecuencia a comer. A veces aprovechaba esta circunstancia para acoger y perdonar los pecados. En el texto evangélico de hoy, Jesús se dirige al anfitrión para decirle que no hay que invitar a los amigos, hermanos, parientes o vecinos, sino a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Las cuatro primeras categorías sociales son capaces de devolver la invitación. Todo se transforma en un intercambio de favores. En cambio, las cuatro últimas no tienen ninguna posibilidad de devolvernos el favor. El amor más entregado se hace sin buscar recompensa. Es el amor que desborda. En este sentido, frente al orgullo y el interés personal, Jesús proclama que la humildad es uno de los valores del Reino, al igual que la generosidad con los pobres, que debe tener como trasfondo el desinterés del que da a sabiendas de que muchas veces no será correspondido. Señor Jesús, enséñanos a ayudar de un modo especial a los más necesitados.

 

Martes, 4 de noviembre de 2025.Lc 14, 25-33

"TODOS A UNA EMPEZARON A EXCUSARSE"

 

En aquel tiempo, "uno de los comensales dijo a Jesús: ¡Bienaventurado el que coma en el Reino de Dios! Jesús le contestó: Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a su criado a avisar a los convidados: Venid, que ya está preparado. Pero todos a una comenzaron a excusarse. El primero le dijo: He comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor. Otro dijo: He comprado  cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor. Otro dijo: Me acabo de casar y, por ello, no puedo ir. El criado volvió a contárselo a su señor. Entonces el dueño de casa, indignado, dijo a su criado: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos. El criado dijo: Señor, se ha hecho lo que mandaste, y todavía queda sitio. Entonces el señor dijo al criado: Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se llene mi casa. Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete". En la Sagrada Escritura se utiliza la imagen del banquete para hablar de la salvación final y de la llegada definitiva del  Reino. Jesús aprovecha el deseo expresado por uno de los convidados de participar en el banquete del Reino para facilitar una imagen  de éste muy distinta de la que tenía la mayoría del mundo judío. En el banquete del Reino todos somos invitados, pero hay quienes presentan excusas para no hacerse presente. El hombre busca justificaciones para eludir la llamada de Dios, tal vez porque es una llamada exigente. Esta parábola del banquete puede interpretarse como un signo anticipado de la Eucaristía, y la Eucaristía como signo del banquete Reino. Ante las diferentes excusas, el Señor no ceja en su empeño de desplegar el proyecto de amor de Dios, a quienes deambulan por plazas y caminos. Dios quiere que todos los hombren se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Como discípulos de Jesús hemos de acoger en profundidad la llamada a participar en el banquete del Reino. En una época tan secularizada los nuevos invitados pueden ser aquellas personas que anhelan una vivencia más auténtica de la religiosidad. 

 

Miércoles, 5 de noviembre de 2025. Lc 14, 25-33

EL AUTÉNTICO DISCÍPULO DE JESÚS

 

En aquel tiempo, "mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz, y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: Este hombre empezó  a construir y no pudo acabar. ¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío". En el texto evangélico de ayer se nos decía que todos estábamos invitados al banquete del Reino. Esta realidad conlleva el planteamiento de las condiciones del discipulado. El seguimiento de Jesús exige con frecuencia la renuncia y el despojamiento. Ni las relaciones familiares, ni las posesiones pueden ser un obstáculo en el compromiso total del seguimiento. No anteponer nada ni nadie al Señor Jesús. Más todavía, la respuesta positiva a la llamada nos exige el estar prontos para las persecuciones y el sufrimiento. El cargar con nuestra cruz no supone un peso adicional a las dificultades de la vida sino un estilo de vivir lo cotidiano a la luz de las exigencias del Reino, siguiendo de cerca los pasos de Jesús. Con otras palabras, Jesús nos urge a la austeridad voluntaria y a cargar con las cruces diarias. Las dos parábolas citadas nos urgen a sopesar prudentemente nuestras posibilidades de responder a las exigencias del Evangelio, pero teniendo siempre como horizonte la renuncia total de la que nos habla el Evangelio. Sencillamente, mientras la radicalidad del seguimiento no tenga consecuencias, incluso a lo que se refiere a los bienes materiales, siempre podemos pensar que nuestras confesiones de fe son palabras vacías. El seguimiento de Jesús lleva siempre consigo la identificación con él. Señor Jesús, concédenos la gracia y la fortaleza de seguirte.

 

Jueves, 6 de noviembre de 2025. Lc 15, 1-10

"ESE ACOGE A LOS PECADORES Y COME CON ELLOS".

 

Al llegar a los pueblos, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores para escucharle. Por su parte, los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos y decían de Jesús: "Ese acoge a los pecadores y come con ellos". El Evangelio de hoy (Lc.15,1-10) recoge las parábolas de la oveja perdida y de la dracma perdida. Estamos ante dos de las tres parábolas de la misericordia. Las tres hablan de la misericordia de Dios. El hombre que pierde una oveja guarda personalmente su rebaño, que representa toda su hacienda, y no tiene ningún siervo. Por eso tiene que dejar las noventa y nueve. Pero es tan grande el amor que siente por una sola, que pesa tanto o más que las restantes. De ahí que deja las noventa y nueve y se pone en busca de la única que se ha perdido. Cuando la encuentra, se alegra  y la trata como a una hija. Su alegría es tan desbordante que se ve en la precisión de comunicarla a sus amigos y vecinos. En la parábola de la dracma perdida cabe destacar el interés que pone la mujer por encontrarla. La psicología de la mujer durante la pérdida y luego en el encuentro de la dracma es la misma que la del pastor. ¿Qué nos quiere decir Jesús con estas dos parábolas? Jesús desea enseñarnos que Dios no abandona al pecador ni aun durante su mala vida, sino que trabaja con su gracia para que se convierta. Es decir, que el pecador, aun en su pecado, sigue pesando en la balanza paternal de Dios. Él pone en juego todos sus recursos, infinitos, para buscarlo. ¡Cuántas circunstancias aparecen en nuestra existencia concreta que nos invitan a la conversión! Siempre está por medio la gracia de Dios, rico en misericordia. Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que podemos cansarnos de pedir perdón.

 

Viernes, 7 de noviembre de 2025. Lc 16, 1-8

ADMINISTRADOR INJUSTO

 

Hoy y mañana tenemos la oportunidad de meditar la parábola del administrador injusto (Lc.16,1-13). Hoy nos corresponde meditar la primera parte de dicha parábola (Lc.16,1-8ª) donde solo interesa la prudencia de este hombre, que sabe aprovechar el tiempo de su administración para asegurar su suerte en un tiempo futuro, cuando haya de abandonar la administración. Su prudencia y previsión, como tales, es lo que se alaba. Así nos lo recuerda Jesús en la parábola: "Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz". También dentro del cuadro de la parábola, aparece nuestra condición de ser meros administradores de los bienes que Dios nos ha concedido. No somos los dueños. ¿Cómo hemos de comportarnos en esta tarea? Tengamos presente la frase final del Evangelio de hoy. Nosotros, como aprendices de discípulos del Señor Jesús (hijos de la luz), hemos de actuar a la hora de cumplir la voluntad de Dios con la misma tenacidad con que obran los hijos de las tinieblas en los asuntos mundanos. Para llevar a cabo esto, sabemos que el Señor Jesús nos ha dejado muchas ayudas de las que hemos de aprovecharnos: La lectura de la Sagrada Escritura, la práctica de la oración, la frecuentación de los sacramentos, el examen de conciencia, la práctica de la caridad y el amor al prójimo. Si cultivamos de este modo nuestra vida cristiana, entonces llegaremos a vivir las acciones que llamamos profanas (el trabajo cotidiano, el ejercicio de la profesión y el conjunto de la vida) como lugares para la experiencia de Dios y el crecimiento de nuestra vida teologal. En este sentido convertiremos la vida cotidiana en ejercicio de nuestra vida creyente.

 

Sábado, 8 de noviembre de 2025. Lc 16, 9-15

"NINGÚN SIERVO PUEDE SERVIR A DOS AMOS..."

 

Jesús continúa la parábola del administrador injusto de este modo: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en el menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de verdad? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, ¿quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y el dinero. Oyeron esto los fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de él. Jesús les dijo: Vosotros presumís de observantes delante de la gente, pero Dios os conoce por dentro. La arrogancia con los hombres Dios la detecta”. Jesús habla del dinero con un lenguaje muy suyo. Lo llama dinero 'injusto'. ¿Qué pueden hacer los que poseen estas riquezas injustas?  Jesús viene a decir a los ricos: Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando al final de la vida el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre. Es decir, la mejor forma de 'blanquear' el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres y necesitados. Jesús nos dice: "No podéis servir a Dios y al dinero". Quien se ata al dinero termina alejándose de Dios. Cuando una persona hace del dinero su único punto de apoyo y su única meta, la obediencia al Dios verdadero desaparece. El corazón del hombre atrapado por el dinero se endurece. Tiende a buscar solo su propio interés, se olvida del sufrimiento y de la necesidad de los demás. No nos llevemos a engaño, el verdadero gozo no es algo que se alcanza poseyendo cosas, sino algo que comenzamos a intuir y experimentar cuando nuestro corazón se va liberando de tantas ataduras y esclavitudes. 

 

Domingo, 9 de noviembre de 2025. Jn 2, 13-22

"NO ES DIOS DE MUERTOS, SINO DE VIVOS"

 

Hoy es domingo, el día del Señor. La Palabra de Dios nos acerca a nuestro Dios como el Dios de la vida no solo mientras peregrinamos en este mundo, sino también después de la muerte. Concretamente, la certeza de la resurrección animó a los hermanos Macabeos a permanecer fieles a Dios hasta la muerte. Así nos lo refiere la primera lectura (2Mc.7,1-2.9-14). Uno de los hijos, confesó antes de morir martirizado: "...pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna a los que morimos por su ley". En el Evangelio de hoy (Lc.20,27-38) aparece también el tema de la resurrección. Frente a la postura de los saduceos, que negaban la resurrección, Jesús afirma: "Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor 'Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob'. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos". Según el testimonio de los evangelios, Jesús se muestra siempre sobrio al hablar de la vida nueva después de la muerte. Sin embargo, cuando un grupo de aristócratas saduceos trata de ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos, reacciona elevando la cuestión a su verdadero nivel. Antes de nada, rechaza la idea pueril de los saduceos, que imaginaban la vida de los resucitados como prolongación de esta vida que ahora conocemos. Existe una diferencia sustancial entre nuestra vida  terrena y esa vida plena, sostenida directamente por el amor de Dios después de la muerte. Esa Vida es absolutamente nueva. Para hacérselo ver a los saduceos, Jesús apela con toda sencillez a un hecho aceptado por los saduceos: a Dios se le llama en la tradición bíblica 'Dios de Abrahán, Isaac y Jacob'. A pesar de que estos patriarcas han muerto, Dios sigue siendo su Dios, su protector, su amigo. La muerte no ha podido destruir el amor y la fidelidad de Dios hacia ellos. El Apóstol, en la segunda lectura (2Tes.2,16-3,5), nos dice que el Señor es el Dios de la vida, porque es fiel y nos libera de toda esclavitud. Todos los domingos hacemos profesión de nuestra fe y afirmamos estas dos realidades: "Creo en Dios todopoderoso…Espero la resurrección de los muertos".

 

Lunes, 10 de noviembre de 2025. Lc 17, 1-6

"SI TUVIERAIS FE COMO UN GRANITO DE MOSTAZA..."

 

Por aquel entonces, Jesús dijo a sus discípulos: "Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado. Si tu hermano te ofende, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: Lo siento, lo perdonarás. Los apóstoles le pidieron al Señor: Auméntanos la fe. El Señor contestó: Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar. Y os obedecería". En el presente texto bíblico aparecen recogidos tres dichos de Jesús. El primero se refiere al tema del escándalo. ¿Qué se entiende por escándalo? Escándalo significa una piedra de tropiezo en el camino del discípulo, que podría llevarle al abandono de su condición de cristiano. Jesús se refiere en concreto a quienes causan escándalo a los más pequeños. Estamos, pues, ante una advertencia para prevenirnos contra este pecado tan grave. El segundo dicho nos habla del perdón de las ofensas personales. La reprensión ha de hacerse con espíritu de amor. Estamos ante una verdadera corrección fraterna. El deber de perdonar no admite límites. En tercer lugar se recoge una petición de los apóstoles a Jesús: "Auméntanos la fe". Los discípulos le están pidiendo una nueva dosis de fe. El problema de los discípulos consiste en que la fe auténtica que hay en ellos no llega ni a 'un granito de mostaza'. Lo importante no es la cantidad de fe, sino la calidad. En consecuencia, lo decisivo es reavivar en nosotros una fe viva y fuerte en Jesús. Es decir, lo importante no es creer cosas, sino ir madurando, con la ayuda de la gracia, en nuestra adhesión personal al Señor Jesús.  

 

Martes, 11 de noviembre de 2025. Lc 17, 7-10

"...HEMOS HECHO LO QUE TENÍAMOS QUE HACER"

 

En aquel entonces, Jesús formuló de este modo la parábola del siervo: "Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: En seguida, ¿ven y ponte a la mesa? ¿No le diréis: ¿prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer". En tiempos de Jesús el siervo también era propiedad del amo, mientras que el mercenario estaba al servicio de uno por tiempo fijo y era libre. El esclavo que vuelve cansado del trabajo no puede exigir comida y reposo, porque es esclavo y tiene obligación de seguir sirviendo al amo. ¿Cómo aplicar esta parábola al plano espiritual?  La parábola nos describe la actitud que el hombre debe tener ante Dios. Nuestro cometido es el del servicio al plan de Dios. Pero hemos de servir con humildad a sabiendas de que no somos indispensables. Todo lo que recibimos de Dios es pura gracia y toda nuestra vida debe ser una respuesta agradecida a sus dones y no búsqueda de recompensa, que en cualquier caso sería siempre inmerecida. Con esta parábola, Jesús se manifiesta en clara oposición a la forma de pensar de los fariseos que pensaban que con el cumplimiento de la ley obligaban a Dios a premiarles por su comportamiento. Hemos de mostrarnos como humildes colaboradores en la construcción del reino de Dios. Los dones que Dios nos otorga han de estar al servicio de los demás. Todos los días rezamos la oración del Padrenuestro. En ella decimos: 'Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo'. Al final de su vida histórica, Jesús pudo decir desde la cruz: Todo está cumplido. He aquí el camino a seguir. 

 

Miércoles, 12 de noviembre de 2025. Lc 17, 11-19

"SE VOLVIÓ ALABANDO A DIOS A GRANDES GRITOS...".

 

"Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos, les dijo: Id a presentaros a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado". Yendo Jesús de camino hacia Jerusalén, al ir a entrar en una ciudad, le salen al encuentro diez leprosos. Estos se pararon a lo lejos y a gritos le pedían que tuviera compasión de ellos. Sabemos que la ley de Israel mandaba que los leprosos vivieran separados. Y el día que estuvieran curados tenían que presentarse ante un sacerdote para que éste comprobara su curación y les permitiera reintegrase en la vida normal. Por consiguiente, este milagro de Jesús no significa simplemente una curación física, sino también una restauración en la vida social del pueblo. Jesús se compadece de los diez leprosos y les manda que se presenten a los sacerdotes. Al ir a presentarse a los sacerdotes, quedaron limpios de la lepra. Tan solo uno de ellos tuvo bastante fe para reconocer la bondad de Dios que actuaba en Jesús. Este era un samaritano. Sorprende las alabanzas que Jesús les concede: el buen samaritano, el leproso agradecido, la samaritana del pozo...Jesús debió sentirse decepcionado por la ingratitud de los nueve leprosos que no regresaron para dar gracias. Señor Jesús, danos un corazón agradecido por tantos bienes recibidos.

 

Jueves 13 de noviembre de 2025. Lc 17,20-25

"EL REINO DE DIOS ESTÁ EN MEDIO DE VOSOTROS".

 

En aquel tiempo, "los fariseos preguntaron a Jesús: ¿Cuándo va a llegar el Reino de Dios? Él les contestó: El Reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: Está aquí o está allí, porque, mirad, el Reino de Dios está en medio de vosotros. Dijo a sus discípulos: Vendrán días en que desearéis ver un solo día del Hijo del hombre, y no lo veréis. Entonces se os dirá: Está aquí o está allí; no vayáis ni corráis detrás, pues como el fulgor del relámpago brilla de un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación". Los fariseos preguntan a Jesús sobre cuándo llegará el Reino de Dios. En varias ocasiones Jesús había hablado del Reino de Dios. No siempre fue bien comprendida la naturaleza del Reino. Jesús no contesta directamente a la pregunta de los fariseos. El Reino no es algo que suceda espectacularmente, ni en un sitio concreto. El Reino de Dios está en el corazón de cada uno, cuando aceptamos a Dios como nuestro Rey y Señor. Porque se puede creer que Dios existe, pero vivir lejos de Dios, o vivir de forma indiferente a él. El Reino de Dios va creciendo dentro de nosotros cuando orientamos nuestra vida con todas las actitudes y valores que implica. Es decir, cuando en el centro de las decisiones está el Evangelio. Lo determinante es vivir cada día el plan de Dios sobre cada uno de nosotros. El mismo Jesús nos enseñó la oración del Padrenuestro. En ella pedimos que se haga su voluntad en la tierra. Es decir, que se realice el plan de su Reino en nosotros. ¡Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo! .

Viernes, 14 de noviembre de 2025. Lc 17,26-37

 

Al dirigirse a sus discípulos, en el Evangelio de hoy, Jesús nos habla del día del Hijo del hombre. Comienza subrayando el carácter subitáneo e inesperado de la parusía. Los días del Hijo del hombre se refieren al día concreto de la parusía, el momento de la segunda venida gloriosa del Mesías. Los dos ejemplos bíblicos de la historia de Noé y Lot sirven para mostrar el carácter subitáneo y sorpresa que tendrá la venida gloriosa de Jesús. La parusía sorprenderá a los malos, pero no sorprenderá a los buenos, que con sus buenas obras viven siempre preparados. La vida en este mundo va decidiendo nuestra vida en el más allá. Nuestra tarea en el más acá ha de estar orientada en la edificación de una ciudad más humana y fraterna. No debemos, por tanto, huir de los compromisos en las cosas temporales. "Nacida del amor del Padre Eterno, fundada en el tiempo por Cristo Redentor, reunida en el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una finalidad escatológica y de salvación, que solo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente. Está presente ya aquí en la tierra, formada por hombres, es decir, por miembros de la ciudad terrena que tienen la vocación de formar en la propia historia del género humano la familia de los hijos de Dios, que ha de ir aumentando sin cesar hasta la venida del Señor...De esta forma, la Iglesia 'entidad social y visible y comunidad espiritual, avanza juntamente con la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo, y su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios" (GS.n.40). Estas palabras del Concilio resultan especialmente luminosas para orientar nuestra vida cristiana en la esperanza de la segunda venida del Señor Jesús.

 

Sábado, 15 de noviembre de 2025. Lc 18,1-8

ORAR SIN DESANIMARNOS

 

Jesús tiene mucho interés en explicar a sus discípulos que es necesario orar sin desanimarse. Para ello les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara. Y el Señor añadió: Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?". Como siempre hemos de leer el texto bíblico en primera persona. ¿Qué debe suscitar en nosotros esta parábola? Una llamada a orar sin desanimarnos y una invitación a confiar que Dios hará justicia a quienes le gritan día y noche. Hay que reconocer que son muchos los factores que han provocado la devaluación de la oración en nuestra sociedad. Es evidente que no es algo casual que hayamos ido perdiendo capacidad de invocar a Dios y de dialogar con quien es la fuente de todo lo que somos. En una sociedad donde se acepta como criterio casi único de valoración la eficacia, el rendimiento y la producción, no es extraño que surja la pregunta por la utilidad y la eficacia de la oración. ¿No perderemos el tiempo al rezar? Es una equivocación pensar que nuestra oración solo es eficaz cuando conseguimos lo que hemos pedido a Dios. La oración es 'eficaz' porque nos hace más creyentes y más humanos. El que durante su vida va aprendiendo a dialogar con Dios y a invocarlo 'sin desanimarse', va descubriendo dónde reside la verdadera eficacia de la oración. Sin oración no podemos vivir como verdaderos discípulos de Cristo.

 

Domingo, 16 de noviembre de 2025. Lc 21, 5-19

"CON VUESTRA PERSEVERANCIA..."

 

Hoy es domingo el día del Señor. Estamos ya en el penúltimo domingo del año litúrgico. En la primera lectura (Mal 3,19-20a) el profeta Malaquías desvela la intervención futura del Señor en favor de su pueblo. Los que honran el nombre del Señor serán iluminados con un sol de justicia que lleva la salud en las alas; en cambio los malvados recibirán su castigo. En Evangelio de hoy (Lc 21,5-19) anuncia la destrucción de Jerusalén y el final de los tiempos. ¿Cómo vivir mientras tanto? Jesús nos hace una llamada a perseverar: "Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". Esta llamada ha de hacernos recapacitar. Vivimos una crisis muy profunda y compleja. No hemos de vivirla como una situación imposible. El creador no abandona la obra de sus manos. Continúa actuando en cada ser humano. Es cierto que la humanidad vive sufriendo. No acierta con la senda que la podría conducir a una vida más digna y más dichosa. La crisis religiosa es un fragmento de esta crisis más global. Ante todo ello, lo importante es 'perseverar': no desviarnos del Evangelio. Es decir, buscar siempre el reino de Dios y su justicia, no nuestros pequeños intereses. Ahora bien, 'perseverar' no es repetir de manera vacía palabras que ya no dicen nada, sino encender día a día nuestra fe en contacto con el Señor Jesús. Perseverar no es tampoco ponernos a la defensiva ante cualquier cambio, sino la capacidad de contemplar la actuación de Dios en nuestros días. Perseverar no es exigir a otros, sino vivir nosotros en continua conversión. En el mismo relato evangélico Jesús dice que "el final no vendrá enseguida". La historia de la humanidad continúa hasta que Dios lo quiera. Como bien sabemos, se trata de una historia llena de dificultades y problemas en la que no faltarán momentos de crisis, violencia, enfrentamientos etc...La paciencia del creyente se arraiga en el "Dios amigo de la vida". En Él ponemos los creyentes nuestra esperanza. El Apóstol recrimina con ironía la ociosidad de los que viven ocupados en no hacer nada 2Tes 3,7-12). Hemos de trabajar con tranquilidad para ganar el pan. Señor Jesús, danos la gracia de la perseverancia en tu amor y en el amor al prójimo, mientras caminamos en este mundo.

 

Lunes, 17 de noviembre de 2022. Lc 18, 35-43

"¡HIJO DE DAVID, TEN COMPASIÓN DE MÍ!"

 

De camino hacia Jerusalén, Jesús se acercaba a Jericó y había allí un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír la gente que pasaba, el ciego preguntó qué era aquello y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno. Entonces gritó: ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? Él dijo: Señor, que vea otra vez. Jesús le contestó: Recobra la vista, tu fe te ha curado. En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios". Después del tercer anuncio de la pasión por parte de Jesús, el evangelista sitúa el relato de la curación del ciego de Jericó. Este ciego estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Seguramente tenía noticias de Jesús Nazareno. De ahí que, al ser informado del paso de Jesús por aquel camino, reacciona inmediatamente y le llama a gritos. Se dirige a Jesús con el título de Hijo de David. El ciego cree en la compasión de Jesús. Jesús pide que traigan ante él al ciego. Movido a compasión, Jesús le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego responde: Señor, que vea otra vez. Jesús le cura de su ceguera. Una vez curado, el ciego sigue a Jesús por el camino. Realmente el encuentro con Jesús transformó la vida de esta persona. Jesús afirmó: "Yo soy la luz del mundo" (Jn.8,12). En aquel ciego se produce una profunda relación entre curación física y curación espiritual. Ante este acontecimiento, el pueblo reconoce la presencia de los dones del reino y alaba a Dios en acción de gracias. Esta debe ser nuestra reacción, al descubrir desde la fe, que Jesús es la lámpara que ilumina los pasos de nuestra existencia.

 

Martes, 18 de noviembre de 2025. Lc 19, 1-10

ZAQUEO, BAJA ENSEGUIDA, PORQUE HOY TENGO QUE ALOJARME EN TU CASA

 

De camino hacia Jerusalén, Jesús entró en la ciudad de Jericó. Allí un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, tenía mucho interés por ver quién era Jesús. Al ser bajo de estatura, la gente se lo impedía. Entonces se les adelantó, y se subió a una higuera para ver a Jesús al pasar por allí. Al llegar a  aquel sitio , Jesús levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador. Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más. Jesús le contestó: Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Zaqueo es una persona rica, jefe recaudadores, que controlan el paso de mercancías en una importante encrucijada  de caminos. No es un hombre querido; la gente considera 'pecador', excluido de la Alianza. Vive explotando a los demás. Sin embargo, este hombre tiene interés por distinguir quién es Jesús. Zaqueo ha oido hablar de él , pero no lo conoce. Hace todo lo que puede por ver a Jesús. Al verlo en la higuera donde se había subido, Jesús levantó los ojos y le dijo que bajara en seguida, porque quería alojarse en su casa. Zaqueo bajó al momento y lo recibió en su casa con mucha alegría. Al contacto con Jesús Zaqueo encuentra su salvación. Se produce un cambio profundo en su vida. Él se siente otro; con Jesús todo es posible: dar la mitad de sus bienes a los pobres y si se ha aprovechado de alguien está dispuesto a restituirle cuatro veces más. Zaqueo se impone a sí mismo la penitencia. El mismo Jesús se alegra también, porque la salvación ha llegado a esa casa poderosa y rica. Jesús acepta la penitencia que se impone Zaqueo. Una vez más reconocemos cómo el Hijo del hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido. Invitemos a Jesús a nuestra casa y, como Zaqueo, gozaremos de la salvación.

 

Miércoles, 19 de noviembre de 2025. Lc 19,11-28

UN HOMBRE NOBLE SE MARCHÓ A UN PAÍS LEJANO PARA CONSEGUIRSE EL TÍTULO DE REY

 

Por aquel entonces, "dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba despuntar de un momento a otro. Dijo pues: Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: Negociad mientras vuelvo. Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: No queremos que él sea nuestro rey. Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno...". En el Evangelio de hoy se recoge la parábola que nos habla del capital y los intereses. ¿Por qué esta parábola? Jesús quiere desmentir a los que pensaban que el reino de Dios iba despuntar de un momento a otro. Jesús no va camino de Jerusalén para recibir el título de rey. Solo a su vuelta de un país lejano (una referencia a la parusía) tendrá lugar el juicio. La parábola reduce, pues, el entusiasmo por una venida inminente. Frente a los que confiaban en un mesianismo triunfal e inmediato, Jesús habla del juicio  al que serán sometidos todos los discípulos en su venida final. ¿Cómo hemos de comportarnos durante nuestra vida terrena? Jesús nos invita a trabajar en la implantación de los valores del reino. Es el tiempo en que debemos hacer fructificar los dones que el Señor nos ha dado a cada uno. En la parábola Jesús nos habla de 'negociar' y de 'ser fiel'. Ahora bien, hemos de tener presente, para no caer en una falsa interpretación moralista de esta parábola, la gratuidad de los dones de Dios. Nuestra actividad ha de ser una respuesta coherente y agradecida a todo lo que Dios nos ha regalado. Señor Jesús, enséñame a negociar con fidelidad lo que me has regalado.

 

Jueves, 20 de noviembre de 2025. Lc 19,41-44

¡SI AL MENOS TÚ COMPRENDIERAS EN ESTE DÍA LO QUE CONDUCE A LA PAZ!

 

Al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: "¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida". Este relato evangélico ya nos sitúa en el último tramo de la subida de Jesús a Jerusalén. Al entrar en la ciudad es aclamado como "el que viene en el nombre del Señor. Sin embargo, Jesús, a la vista de la ciudad, se lamenta sobre la suerte que le aguarda y llora por ella. Son palabras de juicio contra Jerusalén, que no ha sabido reconocer la salvación de Dios. La lamentación sobre Jerusalén y la destrucción que vendrá sobre ella nos indican la fragilidad de este momento de gloria. Jesús se manifiesta aquí como el rey que sentencia la ciudad que le va a rechazar. El error de Jerusalén consiste en no haber sabido reconocer el momento de la salvación que llegaba con Jesús. Es un tema presente en Zacarías, el padre del Bautista que, por el contrario, había reconocido esta visita de Dios en el nacimiento de su hijo (Lc.1,68.78). También la multitud que rodeaba a Jesús en la resurrección del hijo de la viuda de Naín la ha proclamado presente y activa en el ministerio de Jesús (Lc 7,16). Ahora se lleva a cabo la última visita de Dios a su pueblo. A la luz de este texto evangélico, es oportuno que nos preguntemos, si somos capaces de descubrir en el momento presente la actuación salvadora de Dios. Ojalá aprendamos a escrutar los signos de los tiempos a la luz del Evangelio.

 

Viernes, 21 de noviembre de 2025. Mt 12, 46-50

"ESCRITO ESTÁ: MI CASA ES CASA DE ORACIÓN

 

Al entrar Jesús en el templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Escrito está: Mi casa es casa de oración; pero vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos. Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios". En su entrada en el templo, Jesús actúa con autoridad, recordando su condición de 'casa de Dios' (cf.Is.56,7), de lugar donde mora la presencia de Dios. A un templo que una religión pervertida había convertido en cueva de ladrones, en templo del dios Mammón, del dios del dinero, Jesús quiere devolverle su condición de casa del Dios verdadero. Después de la purificación del templo, Jesús comienza a enseñar en él. Jesús, rodeado del pueblo, se presenta como el nuevo espacio de encuentro del hombre con Dios. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; sin embargo, la gente sencilla le escuchaba atentamente. ¿Cómo cuidamos nuestros templos? ¿Son de verdad una casa de oración? ¿Son espacios acogedores donde podemos celebrar un culto en verdad y en espíritu? ¿Son espacios de silencio donde podamos rezar con sosiego? El mismo Señor Jesús sigue enseñando en nuestros templos cuando se proclama y se predica en ellos la palabra de Dios. Como la gente sencilla escuchemos con el oído del corazón la palabra de Dios.

 

Sábado, 22 de noviembre de 2025. Lc 20,27-40

"NO ES DIOS DE MUERTOS, SINO DE VIVOS".

 

En aquel tiempo, "se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús: Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer. Jesús les dijo: En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte  en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán. (...) Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos. Intervinieron unos escribas: Bien dicho, Maestro. Y ya no se atrevían a hacerle más preguntas". El grupo de los saduceos eran conservadores en materia religiosa. Solo aceptaban plenamente las leyes del Pentateuco, pero no daban tanta importancia a los profetas, los otros escritos y la tradición oral, que los fariseos apreciaban especialmente. De ahí su oposición al tema de la resurrección. El caso que presentan a Jesús debía haberles servido para ridiculizar a los fariseos. El asunto se refiere al matrimonio entre cuñados (Dt 25,5-10) y obligaba a tomar la mujer del hermano muerto sin descendencia para que se conservase la heredad dentro de la familia. Jesús confirma la fe en la resurrección con un argumento tomado de (Ex 3,1ss). Dios se designa a sí mismo como Señor de los patriarcas, y Dios  solo es Señor de los que viven. No es Dios de muertos, sino de los que viven. Los maestros de la ley, que eran casi todos de tendencia farisaica, se alegran finalmente de que Jesús haya reducido al silencio a sus adversarios saduceos. Los cristianos somos discípulos del Crucificado que ha resucitado. La resurrección del Señor Jesús nos ha abierto la puerta de nuestra resurrección.  

 

Domingo, 23 de noviembre de 2025. Lc 23,35-43

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

 

En este domingo celebra la Iglesia la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El año litúrgico termina con esta solemnidad. En la primera lectura (2Sam 5,1-3) se nos presenta a David que es ungido como rey de Israel. El pueblo dijo: "Somos hueso tuyo y carne tuya". David reúne y conduce a su pueblo. En este sentido, David anticipa la figura de Jesucristo, Rey del Universo. Precisamente, el Evangelio de hoy (Lc. 23,35-43) nos recuerda a Jesucristo que muere en la cruz. El evangelista describe con acentos trágicos la agonía de Jesús en medio de las burlas y bromas de quienes lo rodean. Hasta tres veces repite el evangelista la burla: "Sálvate a ti mismo". ¿Qué 'Mesías' puede ser este si no tiene poder para salvarse? ¿Qué clase de 'Rey' puede ser?  Hay quienes también hoy se burlan del Crucificado. Se están burlando del hombre más humano que ha dado la historia. ¿Cuál es la postura más digna ante este Crucificado, encarnación suprema de la cercanía de Dios ante el sufrimiento del mundo, burlarnos de él o invocarlo?  Recordemos la invocación de aquel malhechor que crucifican junto a Jesús. En el momento de morir, aquel hombre no encuentra nada mejor que confiarse enteramente a Dios y a Cristo: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino". Y escucha esa promesa que tanto consuela al creyente: "Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso". En el letrero de la Cruz estaba escrito: "Este es el rey de los judíos". Jesucristo es realmente rey, porque hizo de la cruz el trono de la misericordia que experimenta el buen ladrón. El reino de Jesús no se afianza en la fuerza, sino en la debilidad, reconciliando, como nos dice el Apóstol (Col 1,12-20), la tierra con el cielo, a Dios con los hombres a base de la propia sangre. Demos gracias a Dios que nos ha sacado del domino de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Por la sangre de este Hijo hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

 

Lunes, 24 de noviembre de 2025. Lc 21,1-4

"HA ECHADO TODO LO QUE TENÍA PARA VIVIR".

 

En aquel tiempo, "Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo: En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir". El texto evangélico nos muestra cómo Jesús alaba la generosidad de una viuda que echa unas pequeñas monedas en el templo. Jesús, que penetra en el corazón humano, se ha dado cuenta de la profundidad del gesto de la viuda, más allá de la pequeñez de su limosna. Ella, en contraste con los ricos que dan de lo que les sobra, da todo lo que tiene poniendo su confianza en Dios. Ella está libre de toda ansia de posesión. Forma parte de los bienaventurados que viven el auténtico sentido de la pobreza. La generosidad para Jesús no está en la cantidad que se da en ofrenda, sino en si lo que se da es lo que sobra, o es parte de lo necesario para vivir. Señor Jesús, Tú nos enseñas el camino de la generosidad.

 

Martes, 25 de noviembre de 2025. Lc 21, 5-11

MAESTRO, ¿CUÁNDO VA A SER ESO?

 

Estamos en la última semana del tiempo ordinario. Los relatos evangélicos de estos días nos hablan con lenguaje apocalíptico de la destrucción del templo y del fin del mundo. Es necesario encuadrarlos dentro del discurso escatológico. Por aquel entonces, algunos ponderaban la belleza del templo por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido. Ellos le preguntaron: Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder? Él contestó: Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: Yo soy, o bien El momento está cerca; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida...". El evangelista concluye la predicación de Jesús en Jerusalén con un discurso sobre el fin. San Lucas distribuye los acontecimientos, según su visión de la historia de la salvación, en tres momentos: destrucción de Jerusalén, tiempo de la misión o de la Iglesia y, por último, la venida del Hijo del hombre que traerá la plenitud del reino de Dios. ¿Qué hay detrás de las palabras que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy? Una llamada al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus discípulos una senda fácil de éxito y gloria. La historia está sembrada de dificultades y de luchas. Este camino es el propio de alguien que sigue al Crucificado resucitado. No seamos ingenuos. En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Estas son las consignas de Jesús. En primer lugar, 'que nadie os engañe': no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al Evangelio ni fuera ni dentro de la Iglesia... Segundo, 'no vayáis tras ellos': no seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.   

 

Miércoles, 26 de noviembre de 2025. Lc 21,12-19

OS ECHARÁN MANO, OS PERSEGUIRÁN

 

Dirigiéndose a sus discípulos, Jesús les dijo: "Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas". El tiempo de la Iglesia discurre en la etapa previa a la segunda venida del Señor. Ciertamente, en este momento histórico, ya se están cumpliendo las palabras de Jesús. Sus discípulos han sufrido y sufren actualmente los odios y persecuciones. Los que quieren seguir de cerca al Crucificado resucitado han de cargar con su propia cruz. Siempre es la hora de dar testimonio de nuestra fe cristiana. Ahora bien, los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia o el desaliento. No es tampoco la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La palabra de Jesús nos dice al respecto: en tiempos difíciles "tendréis  ocasión de dar testimonio". Hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes del Señor Jesús y de su Evangelio. En esta situación no estamos solos. El Señor no nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos siempre con su ayuda: "Yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro". Antes de ascender a los cielos, nos dejó esta promesa: "Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo" (Mt 28,20). Jesús cumple siempre sus promesas. Él no nos va a abandonar jamás.   

 

Jueves, 27 de noviembre de 2025. Lc 21,20-28

"...SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN"

 

En la primera parte del Evangelio de hoy (Lc 21,20-28) se nos habla de la destrucción de Jerusalén. De hecho se anuncia la ruina de Jerusalén como cumplimiento de las amenazas de los profetas contra la ciudad infiel. El rechazo de Jesús va a tener como consecuencia la destrucción de Jerusalén, desde donde se iniciará la misión a los paganos. El tiempo de la misión es el tiempo de la Iglesia que se despliega hasta la venida del Hijo del hombre. En la segunda parte, se nos habla de las señales que acompañarán la venida del Hijo del hombre. Ante tales señales cósmicas, "los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación". A pesar del lenguaje apocalíptico y catastrófico, la venida del Hijo del hombre es un gran acontecimiento de liberación. Es necesario escuchar la llamada que nos hace Jesús. 'Levantaos', animaos unos a otros. 'Alzad la cabeza' con confianza. 'Se acerca vuestra liberación'. Nuestra fe no está puesta en los acontecimientos descritos, sino en la venida del Hijo del hombre. Tal venida trae consigo nuestra liberación definitiva, de la que ya participamos por su cruz, y por la que luchamos en medio de la historia humana. Jesucristo es realmente nuestro Liberador que nos ayuda a vivir con esperanza en este mundo y que nos aguarda después de la muerte, para colmar definitivamente nuestra esperanza.

 

Viernes, 28 de noviembre de 2025. Lc 21, 29-33

"MIS PALABRAS NO PASARÁN"

 

Jesús continúa con el discurso escatológico. Por aquel entonces, "expuso Jesús una parábola a sus discípulos: Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán". Como en otras ocasiones, Jesús recurre a una parábola para exponer su mensaje. Los brotes de la higuera o de cualquier otro árbol están anunciando que está cerca el verano. Así, la presencia de las señales, a las que ha aludido anteriormente, nos están indicando que el reino de Dios está cerca. Este Reino ya está presente en Jesús, en su etapa definitiva. La sentencia de Jesús: 'Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá' ha planteado problemas a los intérpretes. De todos modos, el discípulo de Jesús no tiene ningún calendario preciso de los acontecimientos que ocurrirán al final de los tiempos. Lo imprevisible, de ahí la vigilancia, es también patrimonio del creyente. Lo que sí es necesario subrayar es la permanencia del mensaje de Jesús antes, durante y después de los signos que anuncian el fin. Las palabras de Jesús no pasarán. Tienen un valor perenne. El autor de la Carta a los hebreos traduce esta misma realidad, al afirmar: "Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Heb 13,8). A nosotros nos corresponde mantenernos fieles al mensaje evangélico, pues el fin del mundo no es el final de todo para Jesús ni para sus discípulos.   

 

Sábado, 29 de noviembre de 2025. Lc 21,34-36

"ESTAD SIEMPRE DESPIERTOS"

 

Jesús dijo a sus discípulos: "Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre". En este breve texto evangélico se recogen unas advertencias de Jesús para vivir con sentido nuestro presente, mientras aguardamos los acontecimientos finales de nuestra fe cristiana. No cabe duda que los discursos apocalípticos recogidos en los evangelios reflejan los miedos y la incertidumbre de aquellas primeras comunidades cristianas, que vivían en medio del vasto Imperio romano entre conflictos y persecuciones, con un futuro incierto, desconociendo cuando llegaría Jesús, su amado Señor. Jesús comienza diciéndonos que tengamos cuidado, que no se nos embote la mente, malgastando la vida al reducirla a la satisfacción de las necesidades inmediatas. Cuidar de no caer en las variadas formas de embriaguez que nos van privando de la capacidad de pensar y decidir por nosotros mismos. Los diversos medios de comunicación, cada cual, con su ideario propio, buscan ejercer su magisterio con nosotros. Desean ahorrarnos nuestra capacidad de pensar. Intentan, sin que nos demos cuenta, pensar por nosotros. De ahí que Jesús nos pida que estemos siempre despiertos. Es una llamada a vivir despiertos cuidando la oración y la confianza en el Señor. Vivir despiertos significa no caer en el escepticismo y la indiferencia ante la marcha del mundo. No dejar que nuestro corazón se endurezca. No quedarnos sólo con las quejas, críticas y condenas. Despertar la esperanza activa.

 

Domingo, 30 de noviembre de 2025. Mt 24, 37-44

"ESTAD TAMBIÉN VOSOTROS PREPARADOS"

 

En este domingo comienza el Tiempo de Adviento y con él un nuevo año litúrgico. Adviento, Navidad y Epifanía están unidos en torno al misterio de la manifestación del Señor en nuestra condición humana. En Adviento se recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y se espera, a la vez su segunda venida al final de los tiempos. La Palabra de Dios nos ayudará a vivir con sentido cristiano estas realidades. En la primera lectura (Is.2,1-5) el profeta Isaías nos enseña que la salvación hay que esperarla de Dios y no de los hombres ni de sus poderes. Al mismo tiempo, el profeta nos invita a cambiar de vida. También nos describe el tiempo mesiánico, como un tiempo de paz: de las espadas se forjarán arados y no habrá más guerra para el pueblo que 'camina a la luz del Señor'. En el Evangelio de hoy (Mt.24,37-44) el evangelista pone en boca de Jesús un discurso sobre el final de los tiempos. En la palabra de Jesús destaca una exhortación: 'Vigilad', 'estad alerta', 'vivid despiertos'. Las primeras generaciones cristianas dieron mucha importancia a esta vigilancia. El fin del mundo no llegaba tan pronto como algunos esperaban. Sentían el riesgo de irse olvidando poco a poco de Jesús y no querían que los encontrara un día 'dormidos'. Vigilar es antes que nada despertar de la inconsciencia. Vigilar es también vivir atentos al momento presente. Sentir el amor de Dios a la vida. Estar atentos a su presencia amorosa entre nosotros. Escuchar las dificultades y el dolor de los más necesitados. En la segunda  lectura (Rom.13,11-14) el Apóstol nos dice: "Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer". El gran riesgo de los cristianos puede consistir en 'instalarnos' cómodamente en nuestras creencias, 'acostumbrarnos' al Evangelio y vivir adormecidos. Como señala el Apóstol, quien espera en el Señor rechaza las actividades de las tinieblas y se reviste con las armas de la luz. Este debe ser también nuestro camino.

 

 

 

          

 



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