Por: Nubia Celis
En estos días de adviento rezamos junto a toda la Iglesia: ¡Ven, Señor Jesús! y nos sentimos ilusionados ante la venida de nuestro salvador. Esta mañana, en mi oración, me daba cuenta de que la espera no es solo nuestra: Jesús también vive su adviento, él está a la espera de cada uno de nosotros, y es que el que ama lo espera todo y el
tiempo que sea necesario:
“Cuánto he esperado este momento, cuánto he esperado que estuvieras aquí. Desde que naciste soñaba que me conocieras, te di un corazón inquieto, la capacidad de razonar y elegir. Desde siempre te amé y te escondí en la palma de mi mano (). Seguí cada uno de tus pasos y en todo procuré hacerte el bien (). Sin que lo supieras atravesé junto a ti desiertos, cañadas y abismos; lloré tus desgracias y celebré tus alegrías, no te dejé un solo instante, aun cuando me reclamaste y te alejaste de mí ().
Te esperé y aun te espero, porque sé que me necesitas con todo tu ser. Espero que me creas como yo creo en ti. ¿Te has fijado en el Centurión? Él era un pagano, jefe del ejército romano, ningún pagano se atrevería a pedir un milagro; pero yo hace tiempo me había fijado en él y sabía que en el fondo era un buscador de la verdad; por eso, aquél día en que se acercó a mí, me detuve para escucharlo. No dudes en venir a mí, aunque te sientas un pagano, aunque hayas caído una y mil veces, aunque estés en sequedad y te cueste escuchar mi voz ¡yo te espero!
Pase lo que pase y vivas lo que vivas mi Palabra te sanará, una sola palabra mía basta para que vuelvas a mí y se curen todas tus enfermedades. Esto es lo que te da la fe: compañía, diálogo, amistad, confianza. Yo sé que no eres digno/a de que entre en tu casa pero eso no me importa, mi gracia te limpia y te dignifica, eres mi casa, el lugar donde quiero vivir y amar.
Espero que vengas y te quedes, que veas realizar tus sueños y recorramos juntos el camino de la vida. Espero ser yo mismo tu regalo de navidad para que me compartas con tu familia y amigos. ¡Ven, no tardes! Mientras te espero te amaré y mientras te amo sanaré todas tus dolencias”.
“Cuánto he esperado este momento, cuánto he esperado que estuvieras aquí. Desde que naciste soñaba que me conocieras, te di un corazón inquieto, la capacidad de razonar y elegir. Desde siempre te amé y te escondí en la palma de mi mano (). Seguí cada uno de tus pasos y en todo procuré hacerte el bien (). Sin que lo supieras atravesé junto a ti desiertos, cañadas y abismos; lloré tus desgracias y celebré tus alegrías, no te dejé un solo instante, aun cuando me reclamaste y te alejaste de mí ().
Te esperé y aun te espero, porque sé que me necesitas con todo tu ser. Espero que me creas como yo creo en ti. ¿Te has fijado en el Centurión? Él era un pagano, jefe del ejército romano, ningún pagano se atrevería a pedir un milagro; pero yo hace tiempo me había fijado en él y sabía que en el fondo era un buscador de la verdad; por eso, aquél día en que se acercó a mí, me detuve para escucharlo. No dudes en venir a mí, aunque te sientas un pagano, aunque hayas caído una y mil veces, aunque estés en sequedad y te cueste escuchar mi voz ¡yo te espero!
Pase lo que pase y vivas lo que vivas mi Palabra te sanará, una sola palabra mía basta para que vuelvas a mí y se curen todas tus enfermedades. Esto es lo que te da la fe: compañía, diálogo, amistad, confianza. Yo sé que no eres digno/a de que entre en tu casa pero eso no me importa, mi gracia te limpia y te dignifica, eres mi casa, el lugar donde quiero vivir y amar.
Espero que vengas y te quedes, que veas realizar tus sueños y recorramos juntos el camino de la vida. Espero ser yo mismo tu regalo de navidad para que me compartas con tu familia y amigos. ¡Ven, no tardes! Mientras te espero te amaré y mientras te amo sanaré todas tus dolencias”.
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