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sábado, 26 de febrero de 2022

CRISTOLOGIA

4.2. CONCIENCIA “MESIÁNICA” DE JESÚS.

Toda su existencia terrena atestigua su “conciencia mesiánica”. Esto se manifiesta en el anuncio del Reino presente en su persona, en su predicación, en sus actitudes, en sus acciones poderosas, en su pasión y muerte, en su resurrección. En resumen, toda su vida terrena, desde la concepción virginal a la glorificación, es una misión salvífica. Jesús es consciente de haber “venido(Mt 2,17), de haber sido “enviado” para anunciar el R. de D. (Lc 4,43; Mt 15,24), para llevar a cumplimiento la ley (Mt 5,27), para llamar a los pecadores (Mc 2,17), para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45; 14,24), para buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10).

En el 4º evangelio, Jesús manifiesta el origen divino de su misión por parte del Padre: “de Dios he salido y vengo; no he venido por mí mismo, sino que Él me ha enviado” (Jn 8,42). La suya no es una de tantas misiones proféticas, como le sucedió a Jeremías (Jer 1,5) o al Bautista (Lc 1,15). Su misión se identifica con su misma vida (cf. Jn 6,57) y es su alimento: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado a cumplir su obra” (Jn 4,34).

La Iglesia primitiva captó la originalidad de este acontecimiento, presentando la encarnación como Kénosis de la gloria divina del Hijo (cf. Flp 2, 6-11). el Verbo hecho hombre (Jn 1,14) fue “probado en todo, como nosotros, excepto en el pecado” (Heb 4,15), creció humanamente “en edad, sabiduría y gracia” (Lc 2,52), aprendió a obedecer (Heb 5,8; cf. Flp 2,28), a afrontar las tentaciones (Mt 4, 1-11 y par.), a sufrir, a morir “por nuestros pecados, según las Escrituras” (1Cor 15,3). El kerigma primitivo concentró en fórmulas significativas esta dimensión soteriológica, afirmando que su nacimiento en la carne (Rom 8,3), bajo la ley (Gál 4,4), en la pobreza y en la humillación (Flp 2,7s) tenía un fin esencialmente salvífico: el de hacer a los hombres “ricos con su pobreza” (2Cor 8,9) “justo” (2Cor 5,21), “hijos adoptivos” del Padre (cf. Rom 8,15).

Son dos, por tanto, los contenidos esenciales de la conciencia humana de Jesús:

  • su autoconciencia “filial en su relación con Dios como Padre, y

  • su conciencia “mesiánica” en relación con la salvación de la humanidad.

La primera funda la segunda y esta última supone la primera. Es la única conciencia humana de Jxto, q manifiesta su origen divino


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